Sin duda que de las cosas que más plenitud e integridad dan en la vida, son esas visiones de paisajes salvejes y vírgenes, donde se siente la naturaleza y donde se siente que somos fugases y eternos. Parte de esas visiones son las que intento transmitir en este lugar, en un intento por compartir el fuerte sentimiento que se siente al asomarse en un portezuelo, sentir el aire fresco y frío, al terminar un fuerte ascenso o al terminar una buena jornada de retorno.
Pero también quiero dar espacio a momentos dolorosos que no se pueden borrar, pues marcan profundas huellas.
Cuesta deternerse sobre lo que duele y perturba, pero es necesario para superar y liberar la pena que se acumula.
Este espacio es sobre mi padre, quien sufría de una enfermedad mental llamada Alzheimer. Su partida fue triste, muy triste. Las esperanzas de su recuperación nunca me abandonaron, por lo que su muerte fue un duro golpe. Fue triste tenerlo lejos tanto tiempo. Soñaba con conversar con él, contarle en que estaba, que ya era abuelo, que estaba trabajando y me tocaba viajar, que era feliz con Sol. Pero su vista perdida me sonreía, sin respuesta.
Ahora mi padre está más cerca, liberado de esa prisión cognitiva. Ahora me puede ver y aconsejar. Puede ver a Clara y ver como crece, se mueve y como empieza a hablar.
Nunca olvidaré como me enseño y con qué cariño me llevó a caminar por los cerros y playas. Él me enseño a conversar y a rezar, a caminar y pescar, a vivir y compartir. Nunca te olvidaré y rezo por tí.
Cuesta deternerse sobre lo que duele y perturba, pero es necesario para superar y liberar la pena que se acumula.
Este espacio es sobre mi padre, quien sufría de una enfermedad mental llamada Alzheimer. Su partida fue triste, muy triste. Las esperanzas de su recuperación nunca me abandonaron, por lo que su muerte fue un duro golpe. Fue triste tenerlo lejos tanto tiempo. Soñaba con conversar con él, contarle en que estaba, que ya era abuelo, que estaba trabajando y me tocaba viajar, que era feliz con Sol. Pero su vista perdida me sonreía, sin respuesta.
Ahora mi padre está más cerca, liberado de esa prisión cognitiva. Ahora me puede ver y aconsejar. Puede ver a Clara y ver como crece, se mueve y como empieza a hablar.
Nunca olvidaré como me enseño y con qué cariño me llevó a caminar por los cerros y playas. Él me enseño a conversar y a rezar, a caminar y pescar, a vivir y compartir. Nunca te olvidaré y rezo por tí.