sábado, 14 de abril de 2007

Explorando cajones cordilleranos



Era semana Santa, año 2007, y tenía que conocer ese valle.
Una visita a su entrada prometía...buena pesca, aguas claras, bosque de coigues, canelos y robles en el borde norte de la VII región.
Más aun una amiga de mi niñez, vivía allí y me había contado innumerables historias de arrieros, lagunas y praderas a los pies del volcán Descabesado, historias que tenía que conocer.
Dicho y hecho, partimos con la Sol, a explorar.
el primer día subimos por el camino de carreta más marcado, el jeep en low se esforzaba por la pendiente empolvada. En el camino, vivientes nos contaban sobre una notable cueva al pie de un rocón, del porte de un potrero donde los quatreros guardaban el ganado robado y se escondian.

El lugar es imprecionante, la cordillera se muestra como una meceta boscoza, zurcada por abruptas quebradas que bajan de las faldas del descabezado. A medida que se sube el paisaje cambio y se vuelve más arido, por las cenizas volcánicas arrojadas por los volcanes.

Encontré el lugar de la familia de Angélica en un pequeño valle colgando sobre quebradas. Estaba ella junto a los suyos en torno a una cazuela de cabrito, un chuisco, mate y el fuego bajo una cacerola de mermelada. Todo era precaria alegría y sencillez. El invierno que venía amenazaba con la vida de los dos abuelos que se mantenían viviendo en plena cordilera, alejados de ayuda en caso de problemas.

Actualmente venden su hermoso predio montañez o lo cambian por tierra en el valle central.

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